25-04-11 | Opinion
Por Jorge Werthein
Jorge Werthein es Doctor en Educación por la Universidad de Stanford, Presidente de Sangari Argentina y ex Director de UNESCO Brasil
Hace pocos días, la UNESCO dio a conocer el informe Desafíos contemporáneos de la enseñanza de la ciencia en la educación básica. Elaborado por un equipo internacional de expertos en políticas educativas para la enseñanza de las ciencias y la matemática, este diagnóstico echa luz sobre los desafíos que hoy enfrentan los sistemas educativos para fortalecer y mejorar la enseñanza de las ciencias desde los primeros años de la escuela.
Enseñar bien ciencia en la primaria no es un lujo para pocos o una iniciativa que sólo pueden poner en práctica las escuelas de elite. Es una tarea irrenunciable de todas las escuelas en este mundo contemporáneo que debe resolver cómo preservar el medio ambiente, reducir la pobreza y mejorar la salud. Para todas estas tareas primordiales hacen falta científicos. Y la formación de un científico empieza en la escuela primaria.
Este informe coincide con otras investigaciones internacionales al señalar que la deficiencia en la enseñanza de las ciencias ocurre aún en ámbitos con recursos y en países con sistemas de producción científico tecnológica de avanzada.
Necesitamos enseñar ciencia para formar científicos pero no sólo para eso. También porque la ciencia mejora la equidad y la igualdad, abre un universo apasionante, enseña a pensar más allá del aquí y ahora, introduce a los alumnos en la cultura contemporánea e invita a soñar con vocaciones y carreras desafiantes.
El acceso universal a una educación científica de calidad es un derecho y es la forma más efectiva de garantizar que la ciencia sea un bien común. Por eso, además de formar a los niños y niñas, es indispensable invertir tiempo, dinero y recursos en la formación docente, afianzándolos en el proceso y en el contenido de la ciencia. Son los docentes los que tienen el poder de transmitir el desafío de la ciencia a sus alumnos. Nuestro rol: comprometernos a colaborar en esa tarea.
INFOBAE
Enseñar bien ciencia en la primaria no es un lujo para pocos o una iniciativa que sólo pueden poner en práctica las escuelas de elite. Es una tarea irrenunciable de todas las escuelas en este mundo contemporáneo que debe resolver cómo preservar el medio ambiente, reducir la pobreza y mejorar la salud. Para todas estas tareas primordiales hacen falta científicos. Y la formación de un científico empieza en la escuela primaria.
Este informe coincide con otras investigaciones internacionales al señalar que la deficiencia en la enseñanza de las ciencias ocurre aún en ámbitos con recursos y en países con sistemas de producción científico tecnológica de avanzada.
Necesitamos enseñar ciencia para formar científicos pero no sólo para eso. También porque la ciencia mejora la equidad y la igualdad, abre un universo apasionante, enseña a pensar más allá del aquí y ahora, introduce a los alumnos en la cultura contemporánea e invita a soñar con vocaciones y carreras desafiantes.
El acceso universal a una educación científica de calidad es un derecho y es la forma más efectiva de garantizar que la ciencia sea un bien común. Por eso, además de formar a los niños y niñas, es indispensable invertir tiempo, dinero y recursos en la formación docente, afianzándolos en el proceso y en el contenido de la ciencia. Son los docentes los que tienen el poder de transmitir el desafío de la ciencia a sus alumnos. Nuestro rol: comprometernos a colaborar en esa tarea.
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