12 de setembro de 2011

Segregación escolar en Chile


La Tercera
Integrar a los niños es de buena educación,

Gregory Elacqua
Instituto de Políticas Públicas-UDP

Mario Waissbluth
Educación 2020
Sep. 10 , 2011

Según la prueba Pisa, Chile ha alcanzado el primer lugar en América
Latina en rendimiento promedio, y el menor porcentaje de jóvenes en el
nivel más bajo de desempeño. Aunque aún existen desafíos en cuanto a los
niveles de aprendizaje y a la brecha de éstos entre distintos grupos
socioeconómicos, existe  otro problema que el modelo escolar agudiza: la
segregación socioeconómica y de niños desaventajados.

Al concentrar en una escuela a niños con mayor capital cultural, y en
otra a los de menor capital cultural, la mejora se hace casi imposible,
aun dando más subvención a los alumnos vulnerables. Por otro lado,
efectos sociales como la profundización del clasismo y el elitismo son
insidiosos y se están viendo hoy en las calles. En cambio, la
integración escolar fomenta la cohesión social. Los niños aprenden a
tener empatía con compañeros de distintos orígenes. Además, escuelas
integradas generan más equidad en las redes de contacto, lo cual
reduciría la influencia de la cuna en el mercado laboral.

La evidencia sobre segregación escolar en Chile, en base a un estudio
que uno de nosotros publicará próximamente en el International Journal
of Educational Development, se resume así: no sólo Pedro Pobre y Pablo
Rico no van a la misma escuela, sino que Juan Clase Media tampoco va a
la misma escuela de Pedro Pobre. Los hijos de ricos estudian con ricos,
los de clase media con los de clase media y los de pobres con pobres.

Los datos indican que Pedro Pobre estudia en un colegio municipal o en
uno particular con fines de lucro, sin financiamiento compartido, y
ambos son de similar calidad. Hay pocos  establecimientos subvencionados
católicos -sin fines de lucro y con levemente mejores resultados- en
barrios pobres, y los que existen suelen no admitir a alumnos como Pedro
Pobre. Pablo Rico estudia en un colegio particular pagado -ubicado en
una de las pocas comunas que concentran a la mayoría de las familias
pudientes- con otros niños de familias similares. Juan Clase Media suele
estudiar en un colegio particular subvencionado -con o sin fines de
lucro- que cobra financiamiento compartido. Mientras los colegios con
fines de lucro discriminan por precio, los colegios sin fines de lucro
suelen discriminar por religión y capital cultural, y los municipales
atienden a los más pobres, sin selección socioeconómica o por problemas
de rendimiento y conducta.

Algunos argumentan que la segregación escolar es mero reflejo de la
segregación residencial. Los datos no dicen eso. El modelo escolar
actual, que permite a los padres escoger el colegio según su precio, y
donde frecuentemente existe selección de facto por parte de las
escuelas, agudiza la segregación generada por la desigual distribución
de los hogares dentro de la ciudad. Sin duda, el financiamiento
compartido debe desaparecer gradualmente con el aumento de la
subvención. Una cosa es que los padres deseen hacer aportes voluntarios
a su escuela, otra muy diferente es que un niño no pueda ingresar a un
colegio porque sus padres no tienen los recursos.  Las posibilidades de
seleccionar por parte de las escuelas deben desaparecer a la brevedad
posible, al igual que las prácticas de expulsar niños desaventajados o
problemáticos por vías más o menos formales.

Si queremos que Pedro Pobre y Juan Clase Media se encuentren en el
recreo, es necesario avanzar hacia un sistema escolar sin financiamiento
compartido y sin selección. Para que ambos tengan contacto con Pablo
Rico se requiere otro tipo de reformas más profundas y cambios
culturales que son aún más complejos.

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El Mercurio
Tribuna
Jueves 08 de Septiembre de 2011
Segregación escolar en Chile


Guillermo Montt

Chile tiene, en materia socioeconómica, los niveles de segregación
escolar más altos de los 65 países que participaron en Pisa 2009. En
promedio, un alumno del quintil socioeconómico más bajo está en un
colegio donde el 40% de sus compañeros también son del primer quintil y
sólo el 5% de sus compañeros son del quintil más alto. Un alumno que
pertenece al quintil más acomodado va a un colegio donde el 52% de sus
pares son del quintil más alto y sólo el 6% son del primer quintil.

En un sistema educacional sin segregación alguna esperaríamos que estos
dos alumnos tengan un 20% de compañeros del primer quintil y un 20% de
compañeros del último quintil. Los sistemas exitosos en materia
educacional están más cerca de este escenario no-segregado que nosotros.
En Finlandia, por ejemplo, un alumno del primer quintil va a una escuela
donde el 25% de sus compañeros son del quintil más bajo y el 15% del
quintil más alto. En Noruega, Alemania, Suecia, Estonia, Japón y
Singapur la historia es similar y apunta a que un sistema escolar de
excelencia puede serlo en un contexto de integración social

Dado que es en la escuela donde ocurren la mayoría de las interacciones
sociales no familiares de los adolescentes, es muy poco probable que un
estudiante del primer quintil tenga algún tipo de interacción con un
alumno de un nivel socioeconómico medio-alto o, alternativamente, que un
adolescente de origen acomodado tenga algún tipo de interacción con
pares de menor nivel socioeconómico. En el mejor de los casos, nuestros
niños tendrán que esperar hasta los 18 años para conocer una realidad
socioeconómica más amplia que la de su propio hogar y quizás
experimentar de manera directa la desigualdad de nuestro país.

La segregación socioeconómica en Chile debe preocupar a aquellos que
esperan que los alumnos aumenten su rendimiento académico, a aquellos
que esperan avanzar hacia una sociedad que de verdad permita la
movilidad social y también a quienes anhelan una sociedad cohesionada,
tolerante e integrada.

La segregación socioeconómica escolar supone también segregación
académica. Nuestros alumnos en desventaja social están en escuelas donde
la mayoría de sus compañeros están también en desventaja académica, por
lo que no se benefician de las mayores expectativas educacionales, las
normas orientadas hacia el éxito académico, los mejores profesores, la
mejor disciplina y el mejor rendimiento de sus compañeros que están en
escuelas de mejor nivel socioeconómico. Con segregación se hace mucho
más difícil levantar el rendimiento de los alumnos que más lo necesitan
y, por consiguiente, levantar el rendimiento del país.

Si nuestros alumnos en desventaja social no tienen acceso a los mismos
recursos educacionales ni a los mismos climas favorables de aprendizaje
que tienen los alumnos del primer quintil, sus posibilidades de
movilidad social están reducidas de antemano. A menos que logren ser
parte de la exclusiva minoría que logra estar en colegios con pares de
buen nivel académico, es muy poco probable que los alumnos del primer
quintil lleguen a la universidad, aun cuando tengan la habilidad y
disposición al esfuerzo para hacerlo. Al permitir estos niveles de
segregación, nuestro sistema escolar limita involuntariamente la
movilidad social que promete.

Pero la segregación socioeconómica escolar tiene consecuencias que van
más allá del beneficio en rendimiento o movilidad para un alumno
particular. La segregación escolar retrasa y limita el contacto entre
personas de diferente origen social, debilitando valores como la
tolerancia, el diálogo o la cohesión. Para entender el peso de este
costo social debemos comprender el sistema escolar como algo que entrega
mucho más que rendimiento académico y posibilidades de movilidad social
para individuos.

La situación de segregación escolar en Chile es resultado, en parte, de
los altos niveles de segregación residencial y las políticas (o falta
de) que la permiten. Pero también de la ausencia de incentivos y
políticas educacionales que fomenten la integración. Sistemas
educacionales como el chileno, donde los padres eligen las escuelas para
sus hijos y el nivel de recursos invertidos por alumno depende del nivel
de ingresos familiar, tienden automáticamente a la segregación. Sin
embargo, otros países fomentan la elección escolar y el financiamiento a
través de vouchers sin la segregación que vive Chile (Bélgica o
Eslovaquia, por ejemplo) y otros sistemas escolares buscan activamente
la libertad de elección con miras a la integración, como es el caso del
sistema escolar de Boston en Estados Unidos.

La Subvención Escolar Preferencial (SEP) es sin duda un paso hacia una
mayor integración, pero poco hace para aminorar la segregación en
colegios municipalizados o particulares pagados. Los efectos no deseados
de la SEP -como establecimientos que concentran alumnos vulnerables para
aumentar sus ingresos (y ganancias)- deben ser cuidadosamente monitoreados.

Mientras las escuelas municipales no sean una opción atractiva para los
alumnos de clase media, ellas seguirán recibiendo -y excluyendo- a la
parte más vulnerable de nuestra población. Mientras las escuelas
particulares subvencionadas puedan seleccionar a sus alumnos sobre la
base de criterios académicos, la subvención preferencial no reducirá la
segregación académica en Chile. Y mientras los colegios particulares
pagados ignoren los beneficios sociales e individuales que tiene el
integrar al menos un poco las salas de clases, Chile seguirá siendo un
país con alta segregación en los colegios y fuera de ellos, y seguiremos
sufriendo las consecuencias negativas de la segregación.


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Gregory Elacqua
--
Director
Instituto de Políticas Publicas
Facultad de Economía y Empresa
Universidad Diego Portales

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