23 de janeiro de 2012

La Escuela pública atraviesa hoy una crisis cultural



POR GUSTAVO IAIES DIRECTOR DEL CENTRO DE ESTUDIOS EN POLITICAS PUBLICAS

23/01/12
El 37,5% de los chicos argentinos iniciaron su educación primaria en una escuela de gestión privada en el año 2011, mientras que en el año 2003, ese número era el 25,9%, según la Encuesta Permanente de Hogares. Sin embargo, entre los chicos de 16 y 17 años la tendencia fue levemente inversa, 27,31% asistían a escuelas de gestión privada en el año 2003 y el año pasado eran 25,23%.
¿Qué cambió? Antes, algunas familias migraban disconformes con la experiencia de sus hijos en las escuelas de gestión estatal, pero ahora toman la decisión sin haber vivido la experiencia. En ese sentido, es una opción de valores, prioridades, percepciones. Más allá de considerar evidencias objetivas, el imaginario social está transformando esa diferencia en una certeza.
La situación se ha complejizado: antes se trataba de mejorar el funcionamiento de las escuelas para detener la migración; ahora será necesario reconstruir también la imagen y el valor cultural que la escuela pública parece haber perdido.
Este proceso se ha dado en años en los que el Ministerio de Educación nacional y los provinciales han hecho una muy significativa inversión en la mejora salarial y en el equipamiento de las escuelas igualando, incluso, las condiciones de las escuelas de gestión estatal y privada en materia de bibliotecas, computadoras y edificios.
Los números traducen un cambio cultural, más allá de los discursos “políticamente correctos”, la crisis de la escuela pública de gestión estatal ha llegado a deteriorar su imagen, el prestigio que la misma tiene como opción para un sector creciente de la sociedad.
Defender la escuela pública no puede seguir siendo solamente un discurso, que de hecho, parece desgastado. Tampoco será suficiente con el aumento de la inversión.
Esta institución necesita ser “cargada de un nuevo sentido”, asociado a escuelas que tengan clases todos los días, con equipos estables, comprometidos con metas de mejora objetivas. Y esa tarea necesita un Estado que exija y apoye más, a alumnos, docentes y a los propios padres.

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