24-05-12 |, Infobae
- Por Alain Touraine
Un par de años antes de su fallecimiento, tuve la oportunidad de hablar durante dos horas con Néstor Kirchner. Y le dije que mi juicio sobre su vida política era positivo. Hay que pensar en lo que era Argentina en aquel período y antes, bajo la dictadura militar. Menciono esto porque la base más profunda de mi juicio positivosobre el fallecido ex presidente argentino es la importancia que ha dado constantemente a la investigación sobre los desaparecidos y los centros de tortura y de muerte. Tuve la oportunidad de estudiar cómo reaccionaron varios países después de las dictaduras militares –Chile, Brasil, Uruguay y Argentina– y, de lejos, el gobierno Kirchner es el que más importancia ha dado a la defensa de los muertos y desaparecidos. En otros países hacían poco o nada. Más bien, querían olvidarse de esos períodos negativos.
Para mí es muy importante que Néstor Kirchner haya dado como base de legitimidad a su gobierno la memoria de los desaparecidos, y recuerdo bien mi admiración cuando visité un centro en La Plata, muy moderno, muy superior, creado para recordar y ayudar en todo lo referido a este tema, incluso en situaciones particularmente difíciles, como la de los niños que nacieron en cautiverio y fueron robados y dados en adopción.
La gestión de Kirchner tuvo aspectos negativos, pero a nivel moral fue enorme la importancia de su política de derechos humanos.
Otro logro fue su oposición a Carlos Menem, que condujo al país a la que tal vez fue una de las catástrofes financieras económicas y sociales más profundas, más dramáticas del mundo entero. La mitad o más de esa famosa clase media argentina ha desaparecido en esta crisis increíble. Kirchner tuvo que gobernar un país que había sufrido material y moralmente heridas muy profundas que podrían haber sido mortales.Nueve años después, cualquier persona que reflexione un poco no puede olvidar lo que fue aquello.
En lo que concierne al tema de los piqueteros, existieron aspectos sucios, comocorrupción y manejos poco transparentes, pero se evitó una guerra civil. Aunque hay que mencionar la manipulación de estos movimientos, en los primeros años post-crisis, he visitado varias fábricas que estaban en manos de piqueteros, y hacían cosas interesantes e importantes. Hubo medidas que permitieron que esos establecimientos no fueran destruidos brutalmente a pesar de que no podían ofrecer una salida racional y eficiente a los problemas económicos de Argentina.
Hay que señalar que Néstor Kirchner, y otros dirigentes que lo acompañaron, como su ministro de Economía, Roberto Lavagna, recuperaron la economía. El progreso en la reconstrucción de Argentina después de 2001 fue espectacular. Lo digo en el sentido de que todos los argumentos que hay a favor del presidente Kirchner están vinculados a la crisis tremenda que había casi destruido un país como Argentina.
Señalo sin embargo un aspecto negativo de su gestión. No es excluyente de Kirchner; al contrario, es un rasgo típico de casi todos los gobiernos argentinos con la breve excepción de Arturo Frondizi. Y es que Argentina, ni con Kirchner, ni con otros presidentes, ni con todo el espectro justicialista, sea de derecha o de izquierda, ha logrado la formación de una infraestructura moderna para un país que tiene sin embargo muchos aspectos modernos. Argentina no ha desarrollado una industria pesada. La política tradicional de exportación de productos primarios ha dado resultados fantásticos, y Argentina vive bien vendiendo soja a los chinos; en estos 9 años ha sido todo reconstrucción, recuperación, y es un enorme éxito. Sería paradójico decir que la producción de soja es una debilidad de la economía argentina cuando se trata de recursos inmensos. Pero es cierto que, a un nivel muy distinto, Argentina nunca ha sabido utilizar sus enormes recursos para la construcción de sectores más modernos en su economía. Es decir que se mantiene esa falencia.
El peronismo de hoy no es un movimiento popular como lo fue al final de la guerra. Es un sistema oligárquico, a veces un poco demagógico, a veces corrupto, a veces nacionalista. Con inmensas diferencias entre los individuos y las agrupaciones, pero más que nada dividido en grupos de intereses privados. En una ocasión, le dije a la presidenta Cristina Kirchner que el viejo espíritu justicialista, de distribución más que de producción, sigue siendo una debilidad grande y peligrosa para la Argentina. Un país como Chile, que no tiene los recursos humanos de su vecina, y que depende demasiado del cobre, aún así se ha dotado de infraestructura, en términos de industrias de base y de formación técnica y profesional. En Chile hubo un manejo del presupuesto estatal más a largo plazo, más capaz de construir una economía moderna.
Otro aspecto vinculado con éste, y que puede notarse en muchos países, incluso europeos, como Italia en este momento, es que la principal debilidad de Argentina no es de tipo económico sino político. No hay una burocracia o tecnocracia, estatal o privada, suficientemente sólida, y yo he visto con mis propios ojos que la corrupción no se detenía a las puertas de la Casa Rosada.
Hay una debilidad del espíritu del Estado. El nacionalismo argentino es un nacionalismo de consumo, no de inversión y construcción de un país. Argentina no tiene la base que tiene Brasil y que de cierta manera tenía México antes de ser destruido por los narcotraficantes.
Tengo una visión algo distinta de la gestión de ambos presidentes. Néstor Kirchner salvó realmente un país que estaba en gran parte destruido, y no tuvo mucho tiempo para realizar una política a largo plazo capaz de construir las bases de la Argentina moderna del futuro. No veo, durante los años de presidencia de su esposa, Cristina Fernández de Kirchner, un esfuerzo para dar prioridad a esa construcción de infraestructura, de elites dirigentes, no en el sentido de un grupo de privilegiados, sino de gente capaz de dirigir, orientar y acelerar los procesos de cambio que son necesarios.
Todavía hay muchos profesionales e intelectuales argentinos que emigran a los Estados Unidos y a otros destinos. Sería necesario que encontraran en su propia patria los laboratorios, las universidades y los centros de investigación que necesita un gran país. Sería un error para Argentina quedarse satisfecha con haberse recuperado y reconstruido. Así que, concluyendo, Néstor Kirchner lo hizo bien, pero ahora hay otras metas y Argentina debe preparar un futuro que la lleve a ser un país de modernidad avanzada.
En suma, estoy convencido de que la debilidad más grave de Argentina es no tener un Estado que se corresponda con la importancia y las necesidades del país.
En cuanto al contexto regional y mundial, es un hecho bastante claro que los Estados Unidos han perdido mucho terreno en América Latina porque se han dedicado a Irak, Afganistán y muchas otras áreas del mundo, donde hay una lucha abierta entre grandes potencias o grandes fuerzas políticas, religiosas o económicas. La dependencia de los países latinoamericanos respecto de los Estados Unidos ha disminuido mucho, y en realidad Argentina depende hoy sobre todo de China. Eso le deja la posibilidad de aprovechar inmensos flujos de divisas que le vienen de países importadores de materia prima agrícola o de otro tipo.
América Latina está en una situación objetivamente buena, tiene una tasa de crecimiento continental fuerte. Pero en conjunto tiene poca influencia y poco espacio en el sistema mundial. Y en ese terreno Kirchner hizo bastante, dado que era muy defensor, como Fernando Henrique Cardoso y Lula Da Silva en Brasil, de un agrupamiento de países de América del Sur, dejando a México dentro de una alianza más fuerte con Estados Unidos y Canadá, en América del Norte.
Pero Argentina no va a tener el liderazgo político porque eso le pertenece a Brasil por razones de tamaño. Argentina es un país frágil que no ha tenido nunca o casi nunca una verdadera política de desarrollo económico. Después de los años de reconstrucción de Néstor Kirchner, es urgente que la Presidente actual o quien la suceda tenga metas un poco más ambiciosas de modernización profunda de la Argentina, que es un gran país con recursos económicos y culturales inmensos.
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