El sistema educativo no recompensa el mérito en un país en que el paro juvenil ha roto el techo del 35%
PAOLO BARONI 31 MAY 2012 - ,El País
Giulia tiene 20 años, está matriculada en segundo de Ciencias de la comunicación en la Universidad de la Sapienza en Roma y ha decidido abandonar. Una carrera equivocada, quizá. Desde luego, ya no cree que un título pueda ayudarla a encontrar trabajo. Lo mismo que ella opinan muchos otros jóvenes en Italia. La culpa es de la incertidumbre sobre su futuro, un paro juvenil que, debido a la crisis, ha roto el techo del 35% (con picos de más del 50% en el sur de Italia) y un sistema educativo que no ayuda en absoluto a las familias que quieren que sus hijos estudien y no recompensa el mérito.
En el curso actual, 2011-2012, segun el último informe del Comité nacional para la evaluación del sistema universitario, el número de matriculados en las universidades italianas es ligeramente inferior al 60% el total de los jóvenes diplomados de primer ciclo. Es el número más bajo de los últimos 30 años. "Desde hace seis años", denuncian las asociaciones estudiantiles, "cada vez son más los diplomados de primer ciclo que no continúan sus estudios universitarios; en un país como el nuestro, el último de Europa por número de titulados superiores, eso debería hacer sonar todas las alarmas". Pesan las perspectivas económicas y pesan, sobre todo, los recortes llevados a cabo en los últimos años en los fondos para el derecho al estudio, que han bajado hasta apenas 12 millones de euros, frente a los 2.000 millones asignados por Francia y Alemania. Esta decisión se traduce en que al menos 45.000 estudiantes que merecen tener becas se han quedado sin ellas y tienen enormes problemas para proseguir sus estudios. Eso, sin contar con que Italia es el tercer país con las tasas universitarias más altas de Europa y que "33 universidades públicas, de 62", sigue la denuncia de los estudiantes, "tienen unas tasas de matrícula ilegales por ser excesivas".
Descubrir, como revela Eurostat, que Italia ocupa los últimos puestos, no solo en la clasificación mundial de universidades, sino en la proporción de jóvenes con másters que encuentran trabajo (76,6% frente a un promedio del 82,3%), solo contribuye a aumentar el desconsuelo.
"Más vale no tener título pero sí trabajo", dice Giulia, que se ve ya, de aquí a pocas semanas, sirviendo en el mostrador del bar de sus tíos en el paseo marítimo de Ostia. Pese a todo, la realidad es que los índices de paro de los que tienen un máster se mantienen en un nivel más bajo que el de los diplomados de primer ciclo, señal de que seguir estudiando más siempre es útil. Pero el mercado no premia a quien decide proseguir los estudios: los salarios de los trabajadores con un máster caen sin cesar (el salario del primer empleo, para quien tiene la suerte de obtener un puesto fijo, apenas consigue alcanzar los mil euros) y las ofertas de trabajo están congeladas desde hace meses. Y de poco servirán los fondos, 300 millones, asignados por el nuevo Gobierno a la Universidad. Un dinero que, no obstante, tras años de vacas flacas, es bienvenido.
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