Varios días pasaron ya desde que la OCDE liberó los datos del PISA 2012. Una variedad enorme de comentarios, algunos de ellos expuestos en este blog, reflejan la importancia informativa de este evento. Argentina y el resto de América Latina aparecen con un desempeño bien deprimente. Entre los desesperados apocalípticos y aquellos que desestiman y desprecian la importancia de aquello que la evaluación del PISA intenta capturar hay datos que reclaman mayor atención. El objetivo de esta nota es el de agregar un poco más de conocimiento acerca de los motivos que explican el pobre desempeño argentino.
Los resultados ya se conocen. En ninguno de los resultados de los 3 módulos básicos que conforman la evaluación (396 en comprensión lectora, 388 en matemática y 406 en ciencias) Argentina muestra diferencias (estadísticamente) relevantes respecto a los obtenidos en 2009; año en que Argentina aparecía en la últimas posiciones de la región y del mundo. Nada parece haber cambiado y el fracaso se torna un calificativo ineludible al describir esta anémica evolución.
Una dimensión de los resultados poco visitada en las reacciones inmediatas es la dispar realidad regional del país. La tabla siguiente (Tabla 1) da cuenta de la variación de los resultados de acuerdo a las distintas regiones. Salta a la vista la excepcionalidad de la Ciudad de Buenos Aires en un país con el resto de las regiones con resultados bien rezagados. Un elemento quizás más sorprendente es que la evolución de los resultados por región ha sido también dispar. Es decir, que el desempeño nacional haya permanecido constante entre 2009 y 2012 esconde bastante acción que se devela al desagregarse los resultados por región. Es aquí que algunas sorpresas emergen. Mientras que la región del NOA y NEA mejoran su desempeño, la región de Cuyo sufre un retroceso dramático y la del Centro disminuye aunque en menor grado sus resultados en Lectura y en Matemática. Esto sorprende aún más por ser Cuyo y el Centro del país las regiones con mejores resultados promedio en PISA 2009. El tema es que estas regiones explican mucho del desempeño agregado. Según datos de PISA 2012, el 67% de los alumnos matriculados en Argentina de 15 años de edad se encuentran en la región central del país (contando a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires dentro de esta región). Si además se le suma la región cuyana nos encontramos con el 75% de los estudiantes matriculados de 15 años de edad del país. No es sorprendente entonces que si estas dos regiones hubieran mantenido su desempeño promedio del 2009 en el 2012 la Argentina tendría valores promedio de 404 en lectura, 395 en matemática y 408 en ciencia, entre 6 y 7 puntos por encima de los valores del 2009.
Otra dimensión reflejo de la desigualdad educativa que caracteriza a Argentina es aquella que se expresa en la brecha que surge de comparar los resultados obtenidos por los estudiantes en escuelas públicas con aquellos que van a escuelas privadas. La brecha entre resultados de acuerdo al tipo de escuela es notable (78 puntos en lectura, 61 puntos en matemática y 71 puntos en ciencia), más allá de que haya disminuido levemente con respecto a la brecha verificada en el 2009 (ver Tabla 2).Esta brecha varía también de región en región, siendo este efecto aún más fuerte en regiones como Cuyo y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA). En el caso de Cuyo, la brecha se aumenta pronunciadamente entre el 2009 y el 2012. El ensanchamiento de la brecha es más preocupante aún si se considera que los resultados en las escuelas privadas en Cuyo empeoraron también (10% en lectura, 4% en matemática y 8% en ciencia entre el 2009 y el 2012).
Tabla 2: Diferencia de resultados entre escuelas públicas y Privadas. Entre paréntesis los porcentajes que representan las diferencias con respecto al valor promedio en escuelas públicas.
Un argumento en que coinciden los ministros de educación argentinos (al menos el nacional, Albero Sileoni, y el porteño, Esteban Bullrich) es que parte del mal despeño doméstico responde al carácter inclusivo del sistema educativo. Veamos si esto se verifica en los datos. Los exámenes PISA son tomados a chicas y chicos de 15 años cualquiera sea su año escolar. Esto quiere decir que estudiantes quinceañeros en un año escolar menor al que les correspondería pueden haber repetido o haber salido del sistema y regresado después. Es más, la repitencia puede ser también un dispositivo de contención escolar si acaso la alternativa fuera expulsar del sistema a ese estudiante que fracasa en su grado. Es posible, entonces, asociar una alta proporción de “desclasados” (alumnos con sobreedad para el grado en el que se encuentran) a un sistema educativo con mayor inclusión o contención. En línea con esta interpretación de los datos es interesante notar que la sobreedad es alta en argentina: el porcentaje de estudiantes de 15 años con sobreedad ronda el 37%. En Chile, por ejemplo, los estudiantes “desclasados” representan 27%.
La “sobreedad” dificulta obviamente el desempeño en el PISA. Los paréntesis en la Tabla 1 muestran los resultados excluyendo a los “desclasados”. Los resultados aumentan 9% en lectura y matemática y un 7% en ciencia a nivel nacional, con grandes variaciones regionales. Sin embargo, la evolución entre 2009 y 2012 continúa sin mostrar mejorías.
Ahora bien, volvamos a Cuyo y Centro. La Tabla 3 muestra que la importancia de la “sobreedad” es heterogénea a nivel regional y revela una especificad cuyana: el peso de los estudiantes “desclasados” más que se duplica entre 2009 y 2012 tanto en las escuelas privadas como en las públicas. Excluir los estudiantes con sobreedad hace que la caída en el desempeño cuyano se torne menos dolorosa. Por otro lado, teniendo en cuenta que, como mostramos arriba, el desempeño en escuelas privadas es consistentemente mejor que en escuelas públicas, un proceso de inclusión que aumente la matriculación en escuelas públicas (por sobre el aumento en la matriculación en las escuelas privadas) podría tener un efecto negativo en los resultados agregados. La Tabla 5 muestra resultados que no refutan esta hipótesis. Las regiones de Patagonia y en particular el Centro aumentaron un 7,8% y un 8,9% respectivamente su proporción de alumnos de 15 años matriculados en escuelas públicas, al mismo tiempo, estas dos regiones están entre las que redujeron sus resultados entre PISA 2009 y 2012. Entonces, el argumento de la inclusión de alumnos previamente marginados del sistema educativo pareciera ser consistente con los datos, aunque claramente este efecto puede explicar tan sólo una parte de la anémica evolución de los resultados educativos argentinos.
Los hechos revelados en esta nota son importantes ya que enfatizan la relevancia de las discrepancias regionales y la desigualdad educativa entres escuelas privadas y públicas, y pone el foco en estudiantes que, aunque permanezcan en el sistema, van cayendo en sus grados. Este fenómeno de desclasamiento de estudiantes puede explicar parte de la divergencia regional y de la establecida entre escuelas privadas y públicas.
Es posible entonces que a la Argentina le haya ido mal, pero por “buenos” motivos. Por supuesto, mismo si acaso fuera correcta, es imposible derivar de esta conclusión una interpretación benigna sobre el desempeño argentino. Las desigualdades entre escuelas, y aquellas que se fundan en distintas realidades socio-económicas, se expresan en estudiantes que fracasan en sus clases. Este fenómeno es responsabilidad del sistema educativo argentino, y de aquellos que lo diseñan. Nuestro análisis identifica, sin embargo, un flanco de debilidad extrema e indica un camino para recorrer en el desafío de formar estudiantes mejores y con exposición menor a la desigualdad educativa.
Por último, una mirada agregada a los resultados pasa de largo el hecho de que sí que existieron mejoras en algunas de las regiones argentinas, tanto en el NEA como el NOA. El resultado agregado pierde también de vista que la Ciudad de Buenos Aires constituye una isla educativa. Afinar el análisis y entender las especificidades regionales de las distintas políticas y situaciones educativas es una línea de investigación con promesa de claridad.
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