Psicología. El acoso en edad escolar es un fenómeno de violencia entre pares y tiene más responsables de los que se visualizan. El autor de la nota propone analizarlo en el contexto local.
POR FERNANDO OSORIO
Es necesario hacer una adaptación local y regional de la problemática del bullying porque la explicación que se propone habitualmente viene impuesta desde países con otra realidad social y cultural. Pretendo limitar el bullying sólo a determinados cuadros, generalmente vinculados a un problema psicopatológico previo intrafamiliar, y no a cualquier conflicto escolar.
El fenómeno del bullying viene a sumarse, como una nueva categoría, al listado de las llamadas violencias institucionales. En este caso se trata de violencia entre pares, dentro del ámbito escolar. El grupo de alumnos puede llegar a detonar en alguno de sus integrantes un perfil patológico, alterando su mapa emocional. Del mismo modo la enfermedad mental de un miembro del grupo puede llegar a encontrar un terreno fértil en el espacio grupal para hacer su despliegue, a veces macabro, alterando el mapa emocional del grupo. Bullying es un término que se utiliza actualmente para nombrar un tipo de dinámica grupal que, en épocas pasadas, se conocía como maltrato entre compañeros de escuela. Tiene ciertas características que permiten distinguirlo de otras problemáticas sociales alteradas; incluso de un simple “maltrato” por discrepancias.
Para diferenciar la concepción europea o norteamericana propongo una adaptación local y regional de los protocolos de evaluación para hacerlos coincidir con nuestras realidades sociales y culturales. Por lo tanto señalo que esta dinámica se desarrolla si, al menos, hay cuatro personajes involucrados, a saber: un sujeto maltratador o victimario; un sujeto sometido o víctima; un sujeto colaborador o encubridor y un sujeto testigo no participante. Y también propongo la necesidad de encontrar los cuatro tipos de violencia integrados: la física (golpes y maltrato corporal), la verbal (insultos, amenazas e intimidación), la psicológica (acoso y persecución) y la simbólica (segregación y discriminación negativa). Todos estos componentes permiten diferenciarlo claramente de cualquier otro fenómeno de tensión entre fuertes y débiles y permite lograr que no se estigmaticen ni situaciones ni personas. El bullying no es un simple maltrato o insulto sino un problema psicopatológico que sobrelleva una persona y que hay que atender. Lo puede sufrir porque lo padece o porque lo ejecuta. La posición de víctima o victimario está signada desde la personalidad y el carácter, los que se forjaron en el vínculo con los padres. Para poder estar en alguno de estos lugares hay que tener una personalidad previa.
Personalidad de los protagonistas del bullying 1) El maltratador o victimario, es el autor intelectual de las estrategias de maltrato y sólo se involucra si su participación lo deja como un líder. Suele tener una personalidad dominante (posiblemente desde muy pequeño) y en quien la fuerza y la capacidad de control, sobre los demás, parece ser un valor y una característica destacada. Se trata en general de personalidades impulsivas con un muy bajo umbral para tolerar la frustración. Logra, durante largos períodos, mantenerse como referente popular de otros que ven en él un líder con prestigio social que imitar. Goza con la desgracia ajena y le provoca mucha satisfacción desarrollar acciones que induzcan malestar, daño o sufrimiento. Se advierte que suele estar a cargo de adultos más bien negligentes que carecen de autoridad y que no hacen un seguimiento adecuado ni imponen una disciplina.
2) El sometido o víctima, es el objeto de maltrato. Tiene baja autoestima y una predisposición a victimizarse; con una personalidad introvertida y con tendencia al aislamiento. Se muestra sensible y con habituales estados de ansiedad y angustia que pueden derivar en episodios de llanto y crisis nerviosas. Se expone inseguro frente a la toma de decisiones y frente a los planteos que lo conminan a enfrentarse con sus deseos. Suele permanecer en la periferia de los grupos y no logra buenas amistades. En general se acerca a otros que muestran características de indefensión similares a las que experimenta él habitualmente. Su actitud es temerosa y prefiere el aislamiento. Suele tener conductas reactivas de defensa anticipadas, porque siempre tiene una suposición de ataque permanente. Su actitud de ansiedad, depresión e introversión suele ser blanco de la acción de los acosadores. En algunas oportunidades el sujeto en posición de víctima también puede ser un agresor y su justificación frente al maltrato es que a su vez lo han maltratado. Suelen ser personajes pueriles, irritables y tiranos. Los adultos que rodean a este tipo de sujetos suelen ser inseguros, no ponen límites, no sostienen la normativa parental y suelen ser sujetos muy arbitrarios que pasan del maltrato a la compasión.
3) El colaborador o encubridor, es el ejecutor de las acciones de maltrato perpetradas por el matón. Es quien habitualmente no tiene el coraje ni la autoestima suficiente para enfrentar directamente situaciones adversas. Se identifica con el agresor o con un rasgo que muestra el matón y que él desea para sí. Suelen motivarlo sentimientos de impotencia y venganza por defectos propios o por intensos procesos de inhibición que dominan su vida y que aparecen atenuados en el marco de una dinámica social de bullying. Esta participación implica un protagonismo que no tendrían en otros contextos de su vida; y esto en definitiva es una identidad. Siempre es mejor ser algo, aunque sea una “mala persona”, que no ser nada.
4) El testigo no participante, es una persona con poca iniciativa, temeroso de denunciar las injusticias que otros cometen por temor a ingresar en el listado de las potenciales víctimas; incluso de dar una opinión aunque su integridad no esté en juego. Generalmente no se involucra activamente en este tipo de situaciones de maltrato o agresiones entre pares. Sin embargo y paradójicamente no advierte que están absolutamente incluidos como observadores no participantes.
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