13 de fevereiro de 2011

La reforma educativa: el caso de Colombia

00 am

Armando Montenegro


Por: Armando Montenegro
CUANDO COLOMBIA SE DECIDA A IMpulsar una verdadera revolución educativa, tendrá que plantear estrategias, acciones y metas ambiciosas, semejantes a las que están adoptando los países que enfrentan el problema de una educación de mala calidad.

Ante todo, es indispensable producir anualmente evaluaciones cuantitativas de cada colegio, cada maestro y cada estudiante, de acuerdo con metodologías idóneas, diseñadas con las mejores técnicas. Los resultados de estas evaluaciones deben tener consecuencias inmediatas sobre el manejo de todo el sistema educativo (esos resultados deben ser conocidos por los padres, los alumnos y cualquier interesado).
Los colegios que arrojen las peores evaluaciones deben ser sometidos a serios programas de ajuste y mejoría, de acuerdo con metas y acciones precisas. Los rectores de las escuelas afectadas deberán pactar planes de mejoramiento y contar con estímulos y libertad para tomar correctivos, entre ellos, vincular buenos maestros y desvincular a los responsables de los malos resultados. Los colegios que, después de un plazo razonable, no puedan mejorar, serán entregados en concesión a operadores idóneos. Colombia no debe tolerar que un colegio público, en forma sistemática, mantenga resultados insatisfactorios.
Los resultados de las evaluaciones de los maestros deben tener un impacto inmediato en su remuneración (hoy es imposible premiar a los buenos docentes y castigar a los que no saben ni enseñan nada). Debe establecerse un sistema de bonos por desempeño, administrado a nivel municipal y distrital, para estimular a los buenos maestros. La ley, asimismo, debe permitir que se terminen los contratos de los maestros que sistemáticamente no enseñan nada.
Para mejorar la calidad de los maestros deben tomarse, entre otras, las siguientes medidas adicionales: (i) dar becas generosas para los estudiantes con Icfes relativamente altos que sigan la carrera docente (en la actualidad, este camino lo siguen los muchachos con los peores resultados); (ii) deben otorgarse, por lo menos, 200 becas por año para que docentes estudien en el exterior en un idioma extranjero; (iii) debe financiarse un generoso plan de retiro voluntario para permitir la salida de los maestros que no puedan merecer los bonos de buen rendimiento; (iv) deben reestructurarse y mejorar los programas de formación de maestros.
Hay que establecer, por lo menos, 50 colegios por concesión por año en todo el país. Como complemento, Findeter debe otorgar créditos amplios a los buenos operadores de colegios, los potenciales concesionarios, para que puedan extender sus operaciones donde las actuales escuelas públicas no cumplen con su deber.
Es indispensable volver a establecer un amplio programa de becas para jóvenes de bajos recursos (vouchers, semejantes a las becas Paces) para que puedan asistir a escuelas privadas de calidad reconocida.
Deben crearse colegios públicos vocacionales de excelencia para impulsar el desarrollo de los jóvenes con gran capacidad intelectual. Bogotá, Cali y Medellín, de entrada, deberían tener colegios de excelencia orientados a las artes y las ciencias en sus zonas pobres.
Sólo cuando se desarrolle un plan de esta naturaleza, el país podrá combatir, de verdad, la mala calidad de su educación. De otra forma, mantendremos pésimos resultados en las pruebas internacionales.

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