8 de maio de 2012

La educación chilena; cuando teníamos las repuestas, nos cambiaron las preguntas Genaro Arriagada


, 8 de mayo, 2012


El pasado 4 de mayo la fundación Astur -presidida por el contador Enrique V. Iglesias -, organizó la conferencia: “Desafíos para la educación en Argentina, Brasil y Chile”. Participaron Cristovam Buarque (Brasil), Genaro Arriagada (Chile) y Oscar Gómez (Subsecretario de Educación y Cultura del Uruguay).

Modero; el contador y director de Astur Enrique Iglesias, que cerrando el evento indico; “estamos ante un tema central de la civilización. Los fenómenos que se han demostrado aquí con estadísticas, muestran que estamos frente a una verdadera revolución de tipo social sobre este tema. Lo que hay de positivo es que creo que los gobiernos están hoy más sensibles de lo que estaban en el pasado. La masificación o universalización de la educación superior y lo que esta ocurriendo en los otros extractos educativos muestra que el tema esta interesando a los estamentos políticos, porque representa un tema preocupante para las sociedades.

En la expocisión de Genaro (Chile) estubo implícito las movilizaciones estudiantiles. Yo recuerdo que nuestras movilizaciones estudiantiles en los años 50, eran por la independencia, la autonomía universitaria o por presupuesto para la universidad.

Pero yo nunca vi salir a la calle a pedir “calidad educativa”, como lo están haciendo en Chile. Creo es un fenómeno, a destacar y muy positivo. Independientemente que no tenga “formas”…, el mero hecho que en la base del estudiantado este la sensibilidad, es un hecho positivo.

Pedir “calidad”, yo nunca lo había visto y me da la impresión que estamos
alertados y que es un tema que tenemos que discutir”.

Lo que sigue a continuación son los tramos fundamentales de la exposición realizada por el ex ministro chileno Genaro Arriagada, sobre la situación de la educación universitaria en su país. Arriagada subrayó que el tema de fondo en Chile es que el país tiene que mirar con agudeza los problemas por lo que pasa hoy la enseñanza universitaria, de lo contrario, este tema se va a ir “agravando y agravando”.


Para mí es siempre muy grato venir a Uruguay. Tengo un recuerdo maravilloso de esta ciudad y alguno relacionado con la política. 

Cuando me pidieron hablar sobre este tema, yo quise concentrarme más bien en el tema universitario, porque el tema universitario es el tema que ha estado en el centro de las noticias de Chile durante todo el año pasado. Y quisiera contar, de una manera relativamente cándida, que es lo que he encontrado como explicación. Porque nosotros, hasta hace un año, un año y medio o dos años, estábamos muy orgullosos de nuestra educación universitaria. Porque mirábamos tal vez dos cifras: una, la expansión formidable del número de alumnos; y la otra, que el 70% de los alumnos que entran a la Universidad, es la primera generación en su familia, que entra a la Universidad. Entonces, uno decía que los problemas del país no están en la superior, sino que estaban, tal vez, en otra parte. Y la verdad, es que estábamos profundamente equivocados, porque el país había cambiado y estaba planteando cosas nuevas. Entonces, cuando uno mira el tema universitario, desde un país isleño como Chile - que es una isla, porque limita en el mar y en la cordillera de Los Andes - nosotros tenemos una tendencia a mirar un poco los problemas, como si fueran inéditos. Y, la verdad, es que los problemas son bastante más generales. La primera aproximación fue mirar qué había pasado con el desarrollo universitario en el mundo y, en segundo lugar, si esa verdadera revolución que había ocurrido en el mundo, qué había pasado que nosotros la incorporáramos a nuestra vida, pero lo hiciéramos de una manera tan contradictoria que, de repente, nos estallara en la cara. Entonces, voy a resumir mi planteamiento a estos dos puntos. El primero, es qué ha habido como revolución universitaria en el mundo y, el segundo, es cómo nosotros adaptamos esa revolución y, al hacerlo, hicimos cosas muy bien, hicimos cosas muy mal y, en consecuencia, eso nos ha creado muchos problemas.

A partir de la 2ª Guerra Mundial, se produce en el mundo un cambio universitario que es mucho más fuerte que el que ha habido nunca en los siglos anteriores. Y eso está marcado por un conjunto de datos que los voy a resumir muy brevemente. En primer lugar, se produce una explosión, un incremento en el número de alumnos. En el año 1910, en el mundo, había 500.000 estudiantes universitarios. En el año 2010, Chile tiene 800.000 alumnos universitarios, vale decir, tiene un 60% más de lo que tenía el mundo en el año 1910. Y, la verdad, es que Chile no es una proeza en esta materia, sino que esa es la tendencia explosiva al aumento de la matrícula. Y ese aumento de la matrícula, no se produce sino a partir de la 2ª Guerra Mundial en los países más desarrollados y va a empezar a provocar este incremento en América Latina, en la década de los 60 en los países más avanzados, 70 y, en el caso nuestro, en los años 90. En América Latina, en el año 1970, había 1.700.000 alumnos. Hoy en día hay 20.000.000 de alumnos. ¡Se ha multiplicado por diez el número de alumnos! Ese es un punto, el incremento numérico. El otro es que, cuando se produce una ampliación de estas características, cambia el sentido del sistema universitario. Hay estudios que indican, categorizaciones, que indican que el sistema universitario elitista, es aquel en que menos del 15% de la población que está en condiciones de acudir a la Universidad - jóvenes entre 19 y 24 años - asisten a la Universidad. Menos del 15%. Quiero decir que en Estados Unidos, antes de la 2ª Guerra, era el 5,5%. Y en Chile, en la época en que yo me eduqué en la Universidad de Chile, éramos el 4%. Entonces, era un sistema elitista hasta que llega al 15%. Cuando pasa del 15 y llega a un 50%, el sistema es un sistema de educación universitaria masiva. Y cuando pasa del 50% de la población, en edad de acudir a la Universidad, es un sistema de educación universal. Y lo que hoy en día tenemos en el mundo, es que hemos pasado de un sistema elitista, estamos en un sistema de educación masiva y, luego vamos a llegar a un sistema de educación universal.

Cuando cito a Chile, es porque lo conozco más. Pero Chile no es muy distinto de los demás países de América Latina. En Chile, hoy en día, el 47% de los jóvenes que están en edad de entrar a la Universidad, entran. Y en Australia es el 80%, por citar el caso más alto. El 80% de los que están en edad de entrar a la Universidad, entran. Y, ¿hacia dónde va el mundo? El mundo va hacia allá. El mundo no va a volver a un sistema elitista. Ahora, este aumento se ha producido… Y yo no estoy haciendo una apología de esto, estoy describiendo esto con plena frialdad. No estoy diciendo, ni siquiera si es bueno. Estoy diciendo que las cosas, son. ¡El aumento del número de universidades es increíble! En el año 1950, se calcula que en América Latina había 75 universidades. ¡Hoy día hay más de 3.000! Obviamente, un aumento de esta magnitud, como lo veremos después, trae aparejado lo bueno y lo malo, lo masivo y lo incluyente. Pero la verdad es que hoy en día tenemos más de 3.000 universidades en América Latina. Y hasta 1970, el grueso de las universidades era estatales, con un número importante de universidades católicas o de congregaciones religiosas y privadas filantrópicas. Vale decir, el tercer sector, privadas pero que persiguen fines públicos. En la actualidad, más de los 2/3 de las universidades, son privadas. En Estados Unidos, el 25% de la matrícula universitaria, va a universidades privadas. Y en América Latina, el 48%, incluyendo a países como Brasil, como Chile, en los cuales el número de alumnos en universidades privadas, supera el 50%. Entonces, hemos tenido esta explosión: número de alumnos, número de universidades. Y esta verdadera revolución no fue advertida por nadie y sorprendió a sus propios actores y, desde luego, sorprendió a los gobiernos. Y los gobiernos, al principio, miraron a estas universidades como cosas pequeñas, más bien mediocres, que no iban a expandirse. Y ahora, de repente, se dan cuenta de que se han expandido de tal manera, que superan, por lejos, el número de alumnos que se educan en las universidades estatales. 

Las universidades públicas miraron con desprecio a estos advenedizos que llegaban y pensaban que no era necesario preocuparse, ya que eran universidades tan pequeñas que se limitaban a pizarrón y tiza. Vale decir, carreras en donde no se requieren grandes laboratorios ni grandes instalaciones. Así que no había de qué preocuparse porque, a su entender, no iban a tener desarrollo. Bueno, esto lo pensaba, desde luego, la, centro izquierda, como la Concertación en mi país. A nosotros, a la gente de centro izquierda, no nos gustan las universidades privadas y, en consecuencia, nunca tuvimos ninguna afinidad con ellas. Pero la derecha también, desde el otro lado, tiene un concepto elitista de la Universidad y, en consecuencia esta masificación, tampoco le era grata. Y entonces nació este híbrido, al cual nadie reclamó paternidad, pero que se empezó a desarrollar. Nadie lo acunó. Ni la izquierda, ni la derecha, las universidades públicas lo rechazaron y sus fundadores estaban cada día más sorprendidos de que este crecimiento fuera tan rápido. Esto ha hecho un desarrollo relativamente anárquico. Las formas de estas universidades son muy variadas y, en el contexto, las grandes universidades de influencia, las grandes universidades elitistas, las grandes universidades en las cuales los que nos educamos en los años 60 asistíamos, siguen siendo muy influyentes, pero son insignificantes en el ejercicio de este crecimiento. Las universidades, estas, confesionales, han perdido su atractivo como el número de la participación en la matrícula. Hay estatales de todo tipo: las hay muy buenas y las hay malas o muy malas. Y hay universidades privadas que son un fraude y hay universidades privadas que, verdaderamente, hacen muy bien su trabajo. Y en consecuencia, aquí, “distinguir el trigo de la cizaña” es una faena muy, muy difícil. Hay universidades privadas que las mueve un factor genético de apoyo a la sociedad y hay otras universidades que son con fines de lucro. Hay países que aceptan universidades con fines de lucro, como Brasil, y otros que no las aceptan, como Chile. Pero que, sin embargo, existe siempre la sospecha de que la ley se viola y, en consecuencia, hay universidades que, aún no estando autorizado el lucro, lucran.

Ahora, en estas universidades han aparecido universidades complejas, como eran las grandes universidades en otros países, que cumplen la función de investigación, de extensión, de docencia. Y hay muchas de estas universidades privadas que dicen: “mire, nosotros no tenemos la pretensión de hacer investigación, pero somos buenas universidades docentes”. Hay universidades muy segregadas, donde entran única y exclusivamente los ricos, que son verdaderos “clubes”, en donde uno viene a un colegio particular, pagado, muy elitista, se mete sólo con sus pares y esa universidad le da una red de contactos de la cual están privados aquellos que vienen de colegios más pobres, que van a la universidad pública o privada pobre y que salen sin ningún contacto. Universidades como “clubes”. En Chile, por ejemplo, hay tres universidades privadas en las cuales el 84% de los alumnos, son de colegios privados, en circunstancias en que en el total del país, los colegios privados son el 12%. ¡El 84%! ¡Ellos pertenecen todos a la clase alta! Se juntan entre ellos, se ayudan entre ellos. Y, por el otro lado, hay universidades públicas y privadas - sobre todo privadas, curiosamente - en las cuales el 85 o el 90% de los alumnos vienen de los colegios municipalizados, de los colegios más pobres, con los profesores a los que no les pagaron, con el peor desempeño educacional. Y esos quedan fuera de las redes de contactos. Y cuando los empleadores llegan y tienen que seleccionar un trabajo dicen: “Universidad de Chile sí, Universidad Católica sí, Universidad de la Concepción sí, esta no, esta no, esta no…” ¡Hay una discriminación brutal!

Es cierto que han aparecido estas universidades privadas pero, por el otro lado, las universidades públicas también se han tendido a privatizar.Privatización tal vez no sea el término, porque privatización significa enajenación de activos, sino que han pasado a privatizarse en su financiamiento. Porque como el Estado no tiene fondos para aportar a las universidades, las universidades empiezan a acudir a mecanismos privados. Y entonces lo que se busca es una fundación, una corporación, una empresa que nos financie, consultorías y asesorías a empresas. Muchas de las universidades públicas en nuestros países, para remunerar a sus profesores, les crea consultorías, incluso bajo el nombre de la propia universidad. Prestan asistencia técnica, crea servicios empresariales y, sobre todo, las universidades más fuertes, prestan servicios en el área de salud. La Universidad Católica, por ejemplo, financia un 25% de los usuarios, con los hospitales de la Universidad Católica que, por supuesto, son hospitales que operan con la misma lógica de mercado de cualquier universidad, con la misma estrategia, de cualquier universidad del medio. En consecuencia, se ha producido una tendencia a la privatización de las universidades en este sentido, en el sentido de que acuden a mecanismos de financiamiento con estas características.

Pero también hay una corriente en el sentido contrario. Porque la gente cuando ve aparecer estas universidades privadas y cuando ve, de repente, escándalos que se producen en ellas, viene la demanda por la intervención estatal para regularlas. Y se dice que, así como los bancos que trabajan con la fe pública no pueden funcionar en un esquema de libre mercado predominante, sino que tienen que estar sometidos a una superintendencia que los regule severamente, porque ahí está la fe pública, el mismo argumento empieza a correr para las universidades privadas. Sí a las universidades privadas - para quienes las aceptan - pero universidades privadas con regulaciones muy estrictas. Porque aquí está la fe pública y, además está, para ser franco, el sueño de mucha gente modesta que pone la esperanza en que esto va a ser un cambio en su vida.

Yo creo que, según mi impresión y por las cosas que he leído, incluso en los informes de la UNESCO, las universidades privadas llegaron para quedarse. Tenemos que vivir en un mundo donde van a haber universidades privadas. No existe la posibilidad de un mundo donde esto desaparezca. Un punto puede ser el hacer desaparecer a un ente marginal que tiene el 8% de la matricula, pero no a un ente que representa el 70 u 80% de la matrícula. Y liquidar eso significa que hay que poner una cantidad de fondos que superan la capacidad tributaria. Y en segundo lugar, porque también la mayor desigualdad está en la educación pre-escolar, ni siquiera en la escolar. Entonces, si no somos capaces de poner dinero en la educación pre-escolar, ¿por qué la vamos a estar poniendo en la educación superior en esa cantidad? No estoy diciendo que no haya que poner algo pero, ciertamente, la primera prioridad es la educación pre-escolar, porque ahí es donde nace el momento inicial del niño, antes de entrar al colegio, al sistema educacional, se le crea esta dificultad. En consecuencia, yo creo que lo que vamos a ver, es que vamos a pasar del modelo de una universidad elitista a una universidad más bien masiva y, muy luego, a una afirmación de que el derecho a ser universitario es un derecho esencial al que puedo reclamarle. Por supuesto que esto significa mejorar el total de la educación, pero la gente quiere tener educación universitaria. Así como a comienzos del siglo y, reitero, antes que todos nosotros, plantearon el sistema de educación primaria obligatorio. En cuanto vino el sistema de educación primaria obligatorio, surgieron declaraciones - no solamente en Chile o en países con derechas muy conservadoras, sino en la propia Inglaterra - que decían que eso era un gigantesco error. Porque si vamos a entregar educación primaria obligatoria para todos, vamos a tener una explosión de expectativas que va a hacer estallar el sistema político. Y hoy en día también se dice que si la Universidad se masifica de esta manera, vamos a tener una eclosión de expectativas que va a hacer estallar el sistema político. Ambas cosas son falsas, pero ambas cosas crean problemas, sobre todo en la educación universitaria. Pero yo creo que es irrefrenable la tendencia.

Finalmente, este cambio en el concepto, esta masificación… Yo cuando estaba en la Universidad de Chile estudiando Derecho, pude entender lo que es la quintaesencia de una universidad elitista. Uno salía de sala de clase y estaba allí el presidente del Senado, iba al lado y estaba el presidente de la Cámara de Diputados, más allá estaba el presidente de la Corte Suprema. Los profesores hacían clases muy grandes, porque era un signo de status y de suprema dignidad ser profesor en la Escuela de Derecho en la Universidad de Chile. Y nosotros éramos mil alumnos. Hoy en día, cuando hay 900.000 alumnos en el país, cuando hay unas 80 o 90.000 personas que estudian Derecho, esto significa que la universidad cambió, cambió el concepto de universidad. Y en ese sentido, yo diría muy brevemente, porque dado el tiempo, no hay mucho para hablar. La universidad elitista, Oxford, Cambridge, forman un hombre modelo. ¡Esa es la aspiración! Un tipo que va a ser líder en el campo que lo pongan. La universidad masiva, forma un status. La primera es un hombre justo, la segunda es un hombre mucho más técnico. La elitista es meritocrática pero, fundamentalmente, cuna y talento. La universidad masiva es menos meritocrática pero, en segundo lugar, está apoyada por un conjunto de financiamientos: becas, subsidios, a los efectos de hacer posible de que pasemos de 100.000 a 900.000 alumnos. La universidad elitista es compleja, hace investigación, hace extensión y es docente, mientras que la universidad masiva dice “no”, yo sólo hago docencia. La universidad elitista es administrada por sus pares, los claustros universitarios, profesores y alumnos, el viejo sueño de la Universidad de Córdoba. En muchas de las universidades actuales el rector no es el mejor académico, es el mejor “manager”. La universidad elitista era gratuita, en la universidad masiva uno para aranceles.

En este cuadro, yo no estoy definiendo esto como bueno o malo. Estoy diciendo simplemente que esto es lo que uno ve como desarrollo de la universidad. Y, en ese sentido, este es un proceso que, como todos los procesos sociales, es de dulce y de amargo. Aquí va lo noble, que es la mayor integración de alumnos y lo innoble, en la baja de la calidad. Va lo grandioso, que son las universidades de excelencia que se mantienen, y otras cosas que son muchísimo más criticables. Voy a hacer una cita, como una vez decía Lenin, haciendo un comentario, decía: “el árbol de la vida no es verde, sino gris”. Y este proceso no es “verde”, es “gris”. Tiene muchos claros y tiene muchos oscuros.

A continuación - y no estoy haciendo una apología a la universidad masiva, para nada - estoy diciendo que, en segundo lugar, un país requiere una combinación entre universidades de excelencia, muy pocas, pero realmente de excelencia, y tal vez una mayoría de universidades masivas. Voy a poner un solo ejemplo: en el ranking más notorio de calidad de las universidades - porque esto de los rankings ha envilecido mucho el negocio - las diez universidades más grandes y de mayor prestigio, ocho son norteamericanas y dos son inglesas. Oxford y Cambridge y, al otro lado, están Columbia, Princeton, Harvard y otras. Yo sumé - en una noche de ocio - sumé los presupuestos de estas diez universidades. Y el presupuesto de esas diez universidades, es el equivalente sumado al total del presupuesto del Estado de Chile. Y asciende a 190.000 alumnos, vale decir, más o menos la quinta parte del total de alumnos universitarios que hoy tiene Chile. Por lo tanto, no hay presupuesto humano que resista y, en consecuencia, en ese cuadro, el probable desarrollo humano es que uno va a tener que coexistir en este mundo, donde no lo “verde” y lo “gris”. 

En el caso de Chile, lo que nos pasó es que esta revolución llegó y llegó con todas sus características. Al término del gobierno de don Eduardo Frei (padre) había 50 o 60.000 alumnos en Chile. El gobierno de Allende hizo una gran cosa, pero muy anárquica y al grito de “Universidad para Todos” y se aumentó el número de alumnos en unos 50.000. Se llegó a unos 100.000 al año 1973. Y después los militares congelaron esa cifra, de manera tal que, cuando terminó el régimen militar, nosotros teníamos 150.000 alumnos. Y bruscamente, entre el año 90 y el año 2010, tenemos 900.000. Al término del régimen militar, habían ocho universidades y ninguna realmente privada. Habían estatales: la Universidad de Chile, la Universidad Técnica del Estado, la Universidad de Santiago. Habían universidades católicas: la Universidad Católica de Valparaíso, la Católica de Santiago. Y había ocho universidades que eran públicas pero privadas: la Universidad de Concepción, que estaba vinculada a la ciudad pero a ningún inversionista; la Universidad Austral. Teníamos ocho universidades. ¡Hoy tenemos 60 universidades! 

Después de eso, en materia de calidad, ha habido una explosión, pero hay también un cuestionamiento a la calidad. ¿Qué cosas positivas tuvo? Un hecho muy positivo es que este aumento significó el ingreso de una gente que nunca soñó que iba a ir a la Universidad y que está. Eso ha significado que hoy día, como decía, el 70% de los que entran a la universidad, son primera generación en su familia. Uno se encuentra con que la persona que ayuda en la casa, también es un estudiante universitario. Y eso es absolutamente normal y ¡con qué sacrificio! Uno va a un restaurante y se encuentra que quien lo atiende, también es un estudiante universitario. Pero, ¿cuál es el lado malo? El lado malo es que como todos estábamos preocupados con las universidades estatales y las universidades privadas de mayor prestigio, las universidades privadas fueron discriminadas. Entonces, el grueso del aporte estatal se concentra en 25 universidades, todas estatales y el resto no recibe aportes estatales. Y después se produjo una cosa - a mi juicio, perversa - que en el nombre de la meritocracia, se estableció un sistema único para el acceso a la Universidad, mediante una prueba. Todos los alumnos la dan. El argumento de los conservadores es que esto mide la inteligencia, mide la calidad. Y hoy en día no hay nadie en Chile que no diga que esa universidad no mide ni la inteligencia ni la calidad, sino que mide el origen social del alumno. Porque cuando un alumno viene de un colegio pagado, en el cual paga 700 dólares mensuales por la educación, que con eso reclutan y tienen los mejores profesores, que tienen un padre y una madre universitarios, que tienen un computador en su casa, que viven en una pieza solos, que tienen biblioteca y tienen diarios. Y sí, no puede competir con un alumno que viene de un colegio en el cual el Estado pone una suma mínima. Entonces, se creó en nombre de la meritocracia una cosa perversa. Si yo tengo 800 puntos, inmediatamente el Estado me da una beca, sin preguntar el origen social de mi padre ni de mi madre. Pero si yo vengo, después de haber hecho todo el esfuerzo del colegio malo, en el barrio malo, en el ambiente poco dado a mi progresión cultural y tengo 540 puntos, me dicen: “no señor, usted es mediocre, usted no tiene derecho a beca”.

El tema de fondo en Chile es que el país tiene que mirar con agudeza los problemas por lo que pasa hoy la enseñanza universitaria chilena, de lo contrario, este tema se va a ir agravando, agravando. La mejor explicación de lo que ha pasado en mi país con la educación esta en la historieta de Quino, Mafalda, esta dice; “cuando tenia las repuestas, me cambiaron las preguntas”…Nosotros teníamos las respuestas; ampliación de la matricula universitaria, pero el país ahora pide ‘igualdad efectiva’.
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