15 de junho de 2014

Sociedad civil... y armada, Moisés Naím

Muchos Gobiernos autoritarios disfrazan de ONG y movimientos cívicos a sus fuerzas armadas, su policía política y otros cuerpos represivos


¿Quién invadió Crimea? La sociedad civil. ¿Y quién está ocupando oficinas gubernamentales y cuarteles de la policía en el este de Ucrania, desestabilizando esa región? La sociedad civil. ¿Quién lucha contra Bachar el Asad en Siria y Nuri al Maliki en Irak? La sociedad civil. ¿Quiénes son los “colectivos” que enfrentan a los estudiantes venezolanos que protestan contra el Gobierno? Activistas de la sociedad civil.
Estas son las respuestas oficiales que dan las partes interesadas en disfrazar la realidad. Algunas de estas respuestas son burdas mentiras y otras son solo parcialmente ciertas. Ninguna es honesta. Quienes invadieron Crimea fueron efectivos militares rusos que vestían uniformes sin las insignias y otros distintivos que los identificaban como tales. También habían borrado o tapado las siglas de sus tanques (con la mala suerte de que, en algunos casos, lo tapado se destapó después de unos días). No importó que Angela Merkel le recordara a Vladímir Putin que estas prácticas constituyen una clara violación de las reglas de la guerra que la humanidad acordó respetar en la Convención de Ginebra. Muchos de los “militantes” prorrusos que están tratando de hacer ingobernables para Kiev partes del este de Ucrania son organizados, coordinados y financiados por el Kremlin.
Es la misma artimaña que hemos visto en las calles de Caracas, La Habana y Teherán. Cuando la gente sale a las calles a protestar contra el Gobierno, es enfrentada violentamente por grupos de “civiles simpatizantes del régimen”. En Irán se llaman basiyis y su nombre completo es Organización para la Movilización de los Oprimidos. En Cuba, las Brigadas de Respuesta Rápida son los grupos encargados de propinarles severas palizas a quienes se atreven a marchar en las calles criticando a la dictadura. Esta maligna tecnología política ha sido exportada con éxito a Venezuela, donde los grupos civiles que reprimen a los opositores se autodenominan “colectivos”. Orwell no hubiese podido ser más creativo en inventar nombres que ocultan la verdadera naturaleza de estas organizaciones.
La realidad es que estos grupos, movimientos y organizaciones no gubernamentales (ONG) son apéndices de regímenes que disfrazan de sociedad civil a sus fuerzas armadas, a su policía política y a otros cuerpos represivos. Los líderes e integrantes de estas fraudulentas “organizaciones no gubernamentales” no son otra cosa que militares, agentes de seguridad y mercenarios pagados por Gobiernos que no quieren aparecer ante el mundo violando convenciones internacionales y derechos humanos, masacrando opositores y, en fin, siendo lo que realmente son: brutales autocracias.
Otra manifestación más compleja de este fenómeno son las revueltas contra la dictadura siria y el Gobierno pro chií de Al Maliki en Irak. Las insurgencias nacieron como protestas espontáneas y populares de segmentos de esas sociedades agobiados por la exclusión y la represión. Pero rápidamente las protestas escalaron, convirtiéndose en sangrientos conflictos en los cuales las fuerzas armadas de esos países combaten a la sociedad civil… armada. ¿Armada por quién? Las fuentes del armamento y el financiamiento de estas insurgencias son tan opacas como su estructura organizativa y sus líneas de mando. No obstante, es obvio que los insurgentes han logrado obtener armas, dinero y combatientes en cantidades que solo son posibles gracias al activo apoyo de otros Gobiernos. La realidad es que los emiratos del golfo Pérsico y Arabia Saudí, por un lado, e Irán, por el otro, se están enfrentando militarmente en Siria e Irak.
No lo hacen directamente, con sus propias fuerzas armadas, sino a través de grupos que, a falta de términos que revelen su verdadera naturaleza, los medios de comunicación llaman insurgentes, militantes, activistas o rebeldes. Son, por supuesto, todo eso. Pero son también fuerzas armadas que, sin vestir el uniforme de país alguno, constituyen los combatientes de primera línea en el conflicto que más vidas se ha cobrado en lo que va de este siglo: la guerra entre suníes y chiíes. Y las sorpresas no terminan aquí: el grupo suní que se llama Estado Islámico de Irak y el Levante (EIIL) acaba de tomar algunas de las principales ciudades de Irak y amenaza con llegar a Bagdad y desalojar del poder al Gobierno chií. La situación es incierta y plagada de riesgos. Pero de lo que no hay duda es que los avances del EIIL confirman que ha resurgido la ONG que más influencia ha tenido en el planeta en las últimas tres décadas: Al Qaeda, la más extrema expresión de la sociedad civil armada.

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